Cuando el equipo educativo nos reunimos para programar y para elaborar nuevas propuestas siempre es un proceso abierto y flexible, ya que dejamos que la naturaleza hable y nos enganchamos a ella para poder aprovechar al máximo todo lo que nos puede ofrecer.
Nos gusta sentir el viento en la piel y ver las hojas volar por su movimiento. Nos gusta cuando llueve y sale el sol, porque aparece el arcoíris con sus colores. También nos gusta cuando podemos aprovechar los espacios exteriores y las posibilidades que nos ofrece de juego libre. Pero los días de lluvia, ¿qué decir de los días de lluvia? Estos días nuestro alumnado se queda maravillado viendo como caen las gotas y hacen charcos en la tierra, para ellos y ellas, no resulta un problema, ya que vemos como los buscan para ponerse a saltar encima y jugar con la tierra mojada.
Cuando defendemos una cultura de la infancia, nos referimos también a todos estos espacios de aprendizaje significativo que nos ofrece la naturaleza. El agua, con toda la magnitud que tiene, nos refresca los días de calor, nos ayuda a cuidar y alimentar nuestro huerto ecológico y también riega y favorece a que toda la flora que nos rodea siga viva y sana.
Nuestro equipo, desde la escuela ayuda a generar todas las provocaciones que vamos ofreciendo a nuestros niños y niñas. Nos gusta cuando nos miran por el rabillo del ojo con esa ilusión que radica en las primeras veces. Nos preguntan y contestan sin palabras qué van a hacer.
Y un mundo frente a ellos se abre, porque hay multitud de aprendizajes, hay un sinfín de destrezas que se pueden desarrollar con el barro que deja una tormenta de verano. Son múltiples las opciones que ofrece el cuidado de un huerto ecológico, y también son muy valiosas las conversaciones que se generan de forma espontánea entre los iguales viendo la lluvia caer dejando atrás un sol radiante de junio. Todas estas oportunidades las aprovechamos para introducir el cuidado del medio ambiente. Ese que tanto nos ofrece sin pedirnos nada a cambio y que, pese a que tengan una corta edad entienden a la perfección mediante la dramatización, los cuentos ilustrados y otros recursos que solamente son una ayuda para ese acompañamiento real, respetuoso y sincero.
La infancia es eso, es magia a raudales, es entender que somos agua, es saber observar y aprovechar aquello que forma parte de nosotros y nosotras desde que nacemos y que nos acompaña a lo largo de nuestra vida, solo que va cambiando de forma.
Las personas docentes somos espectadoras privilegiadas, porque somos partícipes de todo este proceso, de todo este cambio de sensaciones. Ayudamos a poner palabras a emociones cuando todavía no saben cómo llamarlas y sobre todo, respetamos estas emociones para que cada niño y cada niña las sienta propias y libres.
“El ser humano pertenece todavía a la naturaleza y especialmente cuando es un niño, debe extraer de ella las fuerzas necesarias para el desarrollo del cuerpo y del espíritu” (María Montessori).
MARIA MASIÁ FERNÁNDEZ
(COORDINADORA DE LA ESCUELA INFANTIL MUNICIPAL NINOS CHIVA)